Rostros angelicales, modales
inocentes, finas voces, miradas indiscretas y jugueteos con el cabello. Todo
hombre en algún momento de su vida descubre a una Lolita, a una joven que lo
cautiva y lo enloquece, lo hace delirar para finalmente decirle adiós.
Cerca de cumplir treinta y
todavía no entiendo cómo es posible que una joven haya llamado tanto mi
atención, que no pueda dormir sin soñar con ella y que en las reuniones de
oficina no haga más que imaginar que perfume estará usando.
Dos matrimonios, igual número de
divorcios, el último firmado tres semanas atrás, varios encuentros nocturnos
con mujeres desconocidas (amas de casa, ejecutivas, profesoras, en fin su
profesión nunca fue de interés en la alcoba), para que al término de la velada,
la historia sea la misma, mujeres contando sus vidas, triunfos y derrotas,
aburridas conversaciones donde solamente esperan encontrar a alguien quien las
escuche, las abrace fuertemente y les diga alguna falsa promesa.
Pensaba que lo había vivido todo
en cuestión de amor, casi nada me sorprendía hasta el día en que la encontré.
Ella se hallaba sentada en una cafetería, con un postre de manzana y un jugo de
frutillas, me sonrío al verme y me acerqué. Mientras llevaba un trozo de pastel
a sus labios rojos, me contó que esperaba a una amiga. Lo degustó lentamente.
Solo bastó un cruce de miradas y
una sonrisa coqueta para que quede prendado de ella, de su cabello y de su
aparente inocencia, difícilmente sobrepasaba la mayoría de edad pero su
atractivo era inigualable.
Cuando charlamos, ella me escuchó
y se impresionaba de lo que decía, aunque disfrutaba más de mis evidentes
nervios y algunos tartamudeos a la hora de responder algunas inquietudes.
Desde entonces hemos conversado
por mensajes y nos hemos visto un par de veces. Me ha dicho sobre sus
pretendientes y como juega con ellos, como los ilusiona y manipula “después de
todo solo son unos chiquillos”.
Seguridad, confianza, estabilidad
es lo que buscan las mujeres en un hombre, ellas son conscientes de aquello desde el inicio de su
juventud, pero nosotros a su edad no pensamos en eso, vivimos cada día como si
fuera el último. Solamente la edad y la experiencia nos permiten reunir tales
cualidades, para que después de caídas y derrotas nos convirtamos en viejos
lobos.
Siempre he estado convencido que
las mujeres maduran más rápidamente que un hombre, de hecho un hombre nunca
llega a madurar, mientras vivimos engañados de que las tenemos a nuestros pies,
ellas con sutilezas consiguen lo que quieren cuando quieren.
Al fin, después de tantos años,
logro entender porque la película Lolita cautiva tanto. Ella tiene a Humbert a
sus pies, contemplándola y cumpliendo sus caprichos, haciendo que pinte las
uñas de sus pies, siempre mostrándose coqueta, pero al mismo tiempo
inaccesible. ¿Puede haber peor tortura que estar frente a lo que se desea sin
poder alcanzarlo?
Hoy día en la tarde nos veremos
nuevamente, me pregunto si en algún momento estaré a sus pies, contemplándola y
cumpliendo sus deseos, engañándome de que ella es quien me busca y no al revés.
Hoy, esta rara obsesión que siento por ella se alimentará nuevamente.
Pablo Ordóñez
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